El cambio climático es la peor amenaza de la época contemporánea y ya constituye la mayor preocupación de la humanidad. El impacto causado por la raza humana en el planeta a partir de la Revolución Industrial es tal que hemos inaugurado el período del Antropoceno, Estamos a las puertas de la sexta extinción masiva de especies (una de cada ocho está en riesgo actual de desaparición) y la temperatura del planeta experimenta un vertiginoso ascenso, que muy pronto podría ser irreversible.
Por poner sobre la mesa un puñado de datos, el cambio climático ya propicia en la actualidad que grandes ciudades se estén hundiendo, que los polos se derritan (se estima que de no frenar las emisiones actuales, el nivel del mar subirá un metro para 2050), que la mayoría de los países se hayan calentado por lo menos un grado Celsius (1,8 grados Fahrenhei) desde finales del siglo XIX o que existan más fenómenos meteorológicos extremos, como grandes lluvias, inundaciones o huracanes, además de incendios y sequías.
Algunas de las consecuencias del cambio climático son la pérdida catastrófica de biodiversidad, inundaciones costeras, mayor escasez de agua, problemas para la producción de alimentos, liberación de sustancias contaminantes y peligrosas por el deshielo, acidificación de los océanos y más zonas muertas en los mares o un éxodo masivo de población: se estima que habrá 120 millones de pobres en 2030 por el apartheid climático.
¿Qué soluciones existen para parar el cambio climático? Reducir radicalmente consumo y producción, hacer la transición a un mix energético donde las renovables tengan un peso total o relevante, gravar y penar las emisiones por encima de lo estipulado en el Pacto de París, abandonar los combustibles fósiles, encontrar alternativas al plástico, impulsar la reforestación, proteger espacios naturales, cambiar la dieta para basarla en plantas, abandonar la obsolescencia programada, adoptar la economía circular…
Además, existen algunos descubrimientos científicos, innovaciones digitales e inventos tecnológicos con capacidad de mitigar el cambio climático y luchar contra sus dramáticas consecuencias. Repasamos algunos de los más importantes.
DRONES PARA PLANTAR ÁRBOLES
Los árboles son esenciales para almacenar las emisiones de gases de efecto invernadero, filtrar el aire y el agua, nutrir el suelo, proporcionar alimentos y refugio a los animales y albergar la biodiversidad, protegiendo los ecosistemas. De hecho, la Comisión Forestal de Reino Unido ha descubierto que los árboles podrían reemplazar al aire acondicionado en las ciudades, ya que tienen capacidad para enfriar hasta cuatro grados las áreas urbanas en las que son plantados.
Cada año se destruyen cerca de 150.000 kilómetros cuadrados de bosque, o lo que es lo mismo, 190 veces la ciudad de Nueva York.
La deforestación en la actualidad crece a un ritmo insostenible y galopante: cada año se destruyen cerca de 150.000 kilómetros cuadrados de bosque, o lo que es lo mismo, 190 veces la ciudad de Nueva York. Son muchos los países con planes concretos para revertir esta tendencia. Por ejemplo, Etiopía plantaba recientemente 353 millones de árboles en 12 horas, mientras que Australia pretende plantar 1.000 millones de árboles para combatir el calentamiento global.
Aunque plantar a mano ayuda, es fundamental contar con la ayuda de drones de alta tecnología para incentivar la reforestación. Compañías como la británica BioCarbon están utilizando drones para rociar semillas de árboles en bosques devastados y afirman que pueden plantar mil millones de árboles por año. El mapeo de drones determina previamente la mejor estrategia de siembra para una región, guía a los aparatos cerca del suelo y dispara semillas tan rápido que se implantan cómodamente en el suelo, según National Geographic.
Iniciativas como esta son fundamentales si tenemos en cuenta que debemos a la deforestación y a la degradación de los ecosistemas boscosos el 17% de las emisiones de carbono a nivel global.
BIG DATA PARA EVITAR EL DESASTRE O REDUCIR EL DERROCHE DE RECURSOS
El análisis de volúmenes masivos de datos por parte de algoritmos y con la ayuda de expertos como los científicos de datos puede ahorrar mucho tiempo, esfuerzo y dinero en la lucha contra el cambio climático, aportando información valiosa y modelos predictivos del aumento de las temperaturas, la incidencia de las sequías, el comportamiento de los incendios o la monitorización de los cambios en los océanos.
Por ejemplo, el Big Data puede aplicarse a la creación de bases de datos en tiempo real para calcular las emisiones de carbono, predecir y gestionar desastres naturales, estudiar la pérdida de biodiversidad y hasta optimizar la producción de los cultivos agrícolas.
Las predicciones precisas gracias al Big Data y los miles de millones de dispositivos conectados a tiempo real permitirán no solamente rastrear cambios ambientales y ecológicos, sino mejorar las cadenas de suministro y reducir el desperdicio de alimentos (fundamental si tenemos en cuenta que cada año se tira a la basura un tercio de la producción de comida humana), potenciar la eficiencia energética, surtir de recursos las smart cities, mejorar el alumbrado lumínico, el transporte urbano o las cosechas, reubicar a refugiados climáticos o víctimas de catástrofes ambientales, hacer el sistema sanitario más sostenible, etc.
INNOVACIÓN FOTOVOLTAICA
Aunque algunos científicos defienden el uso de la geoingenería solar para reducir el brillo del astro rey y evitar un mayor aumento de la temperatura global, muchas voces se alzan en contra de esta técnica. Todos los expertos subrayan la importancia de la transición energética a un mix basado en energías renovables. Lo idóneo sería que los combustibles fósiles desapareciesen totalmente del mapa para 2050, descarbonizando la economía mundial gracias a la ayuda de la eólica o de la solar, acompañada de otras como la biomasa, y al menos por el momento, la nuclear.
El principal problema para la mayor expansión de la energía solar fotovoltaica es el perfeccionamiento de su eficiencia. Cientos de proyectos estudian cómo aumentar la capacidad de almacenamiento, multiplicar la eficiencia de los paneles, la portabilidad de esta energía o los costes de sus instalaciones.
En los últimos tiempos hemos vivido esperanzadoras novedades en este campo como el uso de células de perovskita para abaratar el precio de los paneles, paneles solares flexibles y en miniatura que caben dentro del bolsillo de la camisa, estructuras fotovoltaicas en los techos de los coches, tejas solares e incluso pintura termoeléctrica capaz de absorbe el calor del sol y transformarlo en electricidad.
También se desarrollaron en Asia paneles que cosechan energía de las gotas de lluvia, se prueban las carreteras con paneles solares (por el momento, con escaso éxito) y un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Michigan cree que todas las ventanas de hogares y pantallas de teléfonos inteligentes podrían beneficiarse de la energía solar para funcionar, abasteciendo de electricidad a todo Estados Unidos.
China tiene planes para poner en órbita una planta solar espacial y ya existen investigaciones que respaldan que el 1,2% del Sahara podría abastecer con energía solar a todo el planeta. También la energía eólica es un recurso ampliamente infrautilizado. Hace poco, un equipo de investigadores descubrió que un parque eólico del tamaño de Groenlandia en el Océano Atlántico podría generar suficiente energía para alimentar a toda la humanidad, eliminando esencialmente la necesidad de combustibles fósiles. Precisaría turbinas eléctricas el doble de grandes que las turbinas de mayor tamaño en la actualidad.
ENZIMAS QUE COMEN PLÁSTICO
El plástico es otro de los enemigos con mayúsculas de la naturaleza y de nuestro tiempo, tanto que ha llegado al estómago de aves árticas en islas remotas, está presente en el agua que bebemos, en los alimentos que consumimos y en miles de ecosistemas, deteriorando la calidad de vida de los seres vivos, reduciendo el oxígeno disponible, llegando a los órganos y asfixiando especialmente al medio marino.
Según el National Geographic, hemos creado 8.300.000 millones de toneladas de plástico en poco más de medio siglo. Otro dato escalofriante nos anuncia que de seguir así, en el año 2050 habrá más plástico que peces en el mar, la cifra equivalente al peso de un coche mediano por persona en el planeta. Y, ¿sabías que hay más piezas de plástico en el océano que estrellas en la galaxia de la Vía Láctea?
Todos deberíamos apostar por el uso de bolsas de tela, comprar a granel, reciclar y reducir el uso de toda forma de plástico, optando por envoltorios tradicionales como las propias hojas de los vegetales, sacos, botes de cristal o tarros. Además de la búsqueda de materiales alternativos (como opciones biodegradables a base de algas, “plástico comestible” o microplásticos para ropa sintética que se descomponen en el plazo de un año), la ciencia investiga maneras de descomponer más rápido este material.
Destacamos dos estudios interesantes que podrían revolucionar el panorama y revertir el uso de plástico. Por una parte, destaca el descubrimiento en 2016 de una enzima por parte de un grupo de investigadores japoneses que tiene capacidad para descomponer el plástico en cuestión de días, mucho más rápido que los cientos de años que el material tarda en degradarse.
Las enzimas PETase revierten el proceso reduciendo el polietileno a su estado original, permitiendo que vuelva ser utilizado, lo que convierte el descubrimiento en realmente útil para procesos de reciclado, fabricación, acortar el ciclo y evitar el uso de más petróleo, según indicó uno de los autores del experimento, John McGeehan. El gran reto es hacerlo económicamente viable.
Y por otra parte, un hongo amazónico también podría brindarnos su valiosa ayuda: se trata del Pestalotiopsis microspora, cuyo don fue descubierto allá por 2011, en el marco de una expedición de la Universidad de Yale al Parque nacional Yasuní (PNY) en Ecuador. Este hongo se alimenta de plástico, incluso sin presencia de oxígeno.
También destaca el desarrollo reciente de unas pequeñas “nano-bobinas” magnéticas cuyas reacciones químicas podrían descomponer los microplásticos en el océano, transformándolo en CO2 y agua.
BLOCKCHAIN
La tecnología de las cadenas de bloques (P2P), más conocida como blockchain, tiene muchísimas aplicaciones más allá de amparar las criptomonedas como el Bitcoin o albergar transacciones financieras más seguras y eficientes. También es clave para usar los recursos naturales de forma responsable y facilitar un acceso igualitario y global a los mismos.
El pasado 2017 la ONU destacó el valor esencial del blockchain para combatir el cambio climático, con aplicaciones como la posibilidad de impulsar el comercio de energía limpia, realizar transacciones de activos de carbono más eficientes, amparar criptomonedas ecológicas como Solarcoin, permitir el desarrollo de proyectos de crowdfunding sostenibles y a favor del medio ambiente o llevar un registro más fiable y efectivo de las emisiones, previniendo el doble conteo y midiendo el compromiso de los firmantes del Acuerdo de París.
Según datos del Observatorio Blockchain basándose en el informe Distributed Ledger Technology for Climate Action Assessment, en 2018, 222 compañías desarrollaban proyectos amparados en tecnología de cadenas de bloque para luchar contra el calentamiento global y otras consecuencias del cambio climático.
CARNE IN VITRO
La propia ONU a través de orgamismos como la FAO y la comunidad científica consideran urgente reducir la ingesta de carne: la producción de un solo kilo gasta entre 500 y 3.000 litros de agua, mientras que la ganadería intensiva contribuye a la deforestación (el 80% de los cultivos se destinan a pienso) desertificación, erosión del suelo, contaminación del agua subterránea e incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Por ello, es recomendable consumir productos de kilómetro cero, frescos, de temporada y de proximidad e incrementar el peso en la dieta de granos enteros, vegetales, frutas, legumbres, semillas y frutos secos, potenciar la soberanía alimentaria de los pueblos, apostar por la ganadería extensiva y buscar fuentes de proteínas vegetales o alternativas a la carne roja (como los insectos, que ya han aterrizado en establecimientos como Carrefour) será clave en la lucha contra el calentamiento global.
Una de las alternativas con más peso en los últimos tiempos es la de la carne elaborada a base de plantas, como la que desarrollan compañías de Silicon Valley como Beyond Meat, Nova Meat o Impossible Foods. Algunos de sus productos incluso han llegado a grandes superficies como McDonald´s o Kentucky Fried Chicken.
Además de esta alternativa sintética basada en proteínas vegetales, otras startups apuestan por replicar la carne en los laboratorios, cultivando células in vitro, lo que además de evitar la explotación y sufrimiento animal propicia un ahorro considerable de recursos y emisiones contaminantes. La empresa vasca Biotech Foods (que lanzará procesados cárnicos para 2021) , Mosa Meats (que cultiva in vitro carne de res) o Memphis Meats actualmente está desarrollando carne de pollo en el laboratorio, son algunos casos destacados. Seguramente prolifere un amplio abanico de opciones a lo largo de los próximos años.
ROBOTS AMIGOS
La Inteligencia Artificial y en concreto, los autómatas también pueden echarnos un cable en múltiples tareas medioambientales. Por ejemplo, ya existen robots que pueden rastrear el crecimiento de las plantas y conocer cuáles sobreviven a condiciones difíciles como la sequía.
Otros pueden abaratar y hacer más sencillo el reciclaje (algo que hacen startups como AMP Robotics), o incluso, reforestar y restaurar los arrecifes de coral, algo de lo que se encarga en la actualidad la máquina LarvalBot. Por otro lado, los drones robóticos del proyecto Rhea, del CSIC, lograrían ahorrar en un 75% el uso de herbicidas y pesticidas. Miles de aliados nacidos del machine learning y de avanzados chips pueden contribuir a parar esta pesadilla.
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